Un acuerdo de sólo tres páginas marcó el final de la Cumbre del Cambio Climático que, en los últimos días, vio pasar a más de 100 jefes de Estado y de Gobierno. De nada sirvió su presencia, o de mucho, según se mire, porque el descafeinado documento que se aprobó ha sido posible sólo gracias al esfuerzo y el empeño de algunos líderes. Pero aún así sólo puede hablarse de fracaso estrepitoso, pues retrasa la consecución de un tratado vinculante para antes del fin de 2010, «preferiblemente en seis meses».
El denominado «Acuerdo de Copenhague» no es más que una declaración de intenciones que no sólo no avanza, sino que da pasos atrás con respecto a la «Hoja de ruta» de Bali, aprobada en 2007. Así, recoge que el objetivo de la acción global debe ser que el incremento de temperatura sea inferior a los 2ºC, si bien no especifica cuál es el punto máximo en que deben empezar a descender las emisiones, sólo dice «lo antes posible», cuando los científicos marcan 2015 como el límite de «no retorno».
El mayor impedimento, según explicó la ministra española de Medio Ambiente, Elena Espinosa, estaba en la reducción de emisiones y todo indicaba que las únicas referencias a los recortes iban a ser las grandes cifras de 2050; esto es, al menos un 50% de reducción a nivel global y un 80% para los países ricos.
Nada del corto plazo.
¿Alguien esperaba una cosa diferente?
Está claro que disminuir las emisiones de dióxido de carbono cuesta dinero
y, ningún gobierno está dispuesto a eso.
Además, eso supondría también abandonar los grandes negocios de armas, droga y el engaño perpetuo del petróleo.
Imposible... el dinero, da poder, y nadie quiere renunciar a él.
Aunque ¿cuánto tiempo les va a durar ese poderío?
Igual se les cae el invento si no ponen remedio
a lo que está sucediendo en nuestro planeta.
Pero, por lo menos, que no nos callen.
© Moony
El denominado «Acuerdo de Copenhague» no es más que una declaración de intenciones que no sólo no avanza, sino que da pasos atrás con respecto a la «Hoja de ruta» de Bali, aprobada en 2007. Así, recoge que el objetivo de la acción global debe ser que el incremento de temperatura sea inferior a los 2ºC, si bien no especifica cuál es el punto máximo en que deben empezar a descender las emisiones, sólo dice «lo antes posible», cuando los científicos marcan 2015 como el límite de «no retorno».
El mayor impedimento, según explicó la ministra española de Medio Ambiente, Elena Espinosa, estaba en la reducción de emisiones y todo indicaba que las únicas referencias a los recortes iban a ser las grandes cifras de 2050; esto es, al menos un 50% de reducción a nivel global y un 80% para los países ricos.
Nada del corto plazo.
¿Alguien esperaba una cosa diferente?
Está claro que disminuir las emisiones de dióxido de carbono cuesta dinero
y, ningún gobierno está dispuesto a eso.
Además, eso supondría también abandonar los grandes negocios de armas, droga y el engaño perpetuo del petróleo.
Imposible... el dinero, da poder, y nadie quiere renunciar a él.
Aunque ¿cuánto tiempo les va a durar ese poderío?
Igual se les cae el invento si no ponen remedio
a lo que está sucediendo en nuestro planeta.
Pero, por lo menos, que no nos callen.
© Moony