El amor sigue las leyes de la luz.
Se comporta como un rayo de luz que se refleja y se refracta, multiplicándose...
Cuando sentimos amor, parte de él sale de nuestra alma y se refleja en la persona amada en un ir y venir interminable.
Otra parte, al salir, penetra en el otro, refractándose incesantemente en cada resquicio de él. Y de él, pasa a nosotros, de modo que nos convertimos en un recinto iluminado por mil pequeños rayos que juegan formando colores.
Y así me siento yo... contigo danzando en mi interior en un baile mágico y recibiendo el calor y la luz de tu amor hasta en la más completa oscuridad.
Porque el amor es luz, sí, pero no nace del sol. Su origen, su fuente, está en el corazón, pero no en el músculo rojizo que late estimulado por corrientes eléctricas, sino en el corazón del alma, centro neuralgico de todos los sentimientos.
Se comporta como un rayo de luz que se refleja y se refracta, multiplicándose...
Cuando sentimos amor, parte de él sale de nuestra alma y se refleja en la persona amada en un ir y venir interminable.
Otra parte, al salir, penetra en el otro, refractándose incesantemente en cada resquicio de él. Y de él, pasa a nosotros, de modo que nos convertimos en un recinto iluminado por mil pequeños rayos que juegan formando colores.
Y así me siento yo... contigo danzando en mi interior en un baile mágico y recibiendo el calor y la luz de tu amor hasta en la más completa oscuridad.
Porque el amor es luz, sí, pero no nace del sol. Su origen, su fuente, está en el corazón, pero no en el músculo rojizo que late estimulado por corrientes eléctricas, sino en el corazón del alma, centro neuralgico de todos los sentimientos.
