viernes, 13 de marzo de 2009

Ese misterio de la visión de las Aves


En las aves, los cinco sentidos están adaptados y sintonizados con las exigencias a las que, como criaturas voladoras, se hallan sometidas. La vista, que es el sentido que mas información proporciona en menos tiempo, ha alcanzado en ellas un grado de perfección imposible de encontrar en cualquier otro animal. Dentro de sus limitaciones, el oído es también muy agudo. Pero los sentidos del olfato, gusto y tacto se han desarrollado muy poco en comparación con muchos mamíferos.

En casi todos los aspectos de su existencia, las aves dependen de su aguda y amplia visión. Los predadores necesitan buena vista para detectar y alcanzar su presa; las víctimas la necesitan para detectar y escapar de sus predadores; las aves que viven en zonas abiertas han de poder cambiar rápidamente de enfoque y las que habitan en zonas de tupida vegetación necesitan percibir pronto y con seguridad los obstáculos que ante ellas se alzan cuando atraviesan ramas y arbustos.

Los ojos son relativamente grandes en todas las aves; pues, cuanto mayor es el ojo, mayor es el número de células fotosensibles que contiene y, por tanto, mejor es la visión. Lo que se ve desde el exterior es la cornea protectora, que no es más que una parte muy pequeña del ojo. Si el ojo humano tuviera la misma proporción respecto a la cabeza que, por ejemplo, el de un estornino, los hombres tendríamos ojos como pelotas de tenis; en proporción, los ojos del estornino pesan quince veces mas que los del hombre.

Estornino

Algunas grandes rapaces, como el Águila Real, poseen ojos mayores que los del hombre. En realidad tienen el máximo tamaño posible, sin que pesen tanto como para impedir el vuelo; los del avestruz son cinco veces mas voluminosos que los del hombre.

Águila Real

Otras dos adaptaciones de los ojos de las aves son el pecten y la membrana nictitante. El pecten es una estructura en forma de peine, situada cerca de la base del ojo, que lo irriga y que también puede incrementar su capacidad para percibir imágenes poco claras. La membrana nictitante es el "tercer párpado", transparente, que limpia y protege el ojo y del que carecen la mayoría de los mamíferos. En las aves buceadoras desempeña el papel de lente de contacto, corrigiendo la refracción de la luz bajo el agua.



Membrana nictitante

El ave parpadea desplazando lateralmente esta membrana sobre el ojo; como es transparente no pierde nunca la visión, excepto durante el sueño.

En numerosas aves la vista no es más aguda que la del hombre e, incluso, en algunas pequeñas canoras es tres veces peor. Esto es debido a que un ojo muy pequeño no puede contener tantas células fotosensibles como el humano. La creencia en la buena agudeza visual está plenamente justificada en las aves de mayor tamaño. Algunas rapaces nocturnas son capaces de detectar detalles hasta ocho veces mejor que los del hombre.

Los ojos de las aves también son capaces de tomar una "instantánea" de gran angular en un campo visual que el hombre necesitaría recorrer lentamente con los suyos. Necesitan esta capacidad por la velocidad con que puede aparecer un peligro o huir una víctima; también desempeña un papel importante en la migración, ya que seguramente las aves se orientan juzgando la velocidad con que el sol o las estrellas se desplazan por el firmamento. El ángulo visual que regula la extensión del horizonte, que el ave es capaz de percibir de un vistazo, depende de la posición que ocupan los ojos en la cabeza y de la estructura ocular. En las aves de presa, los ojos se localizan hacia la parte anterior, que es la mejor posición para no perder de vista una supuesta víctima. Las especies que se alimentan de granos y semillas, frecuentemente víctimas de las aves de rapiña, necesitan el mayor campo visual posible y sus ojos se encuentran a los lados de la cabeza.

La posición frontal de los ojos amplia el ángulo de visión binocular, formada por la superposición de los campos visuales de ambos ojos. Cada ojo envía al cerebro una imagen ligeramente distinta del mismo objeto y estas se combinan para formar una imagen tridimensional, imprescindible para poder apreciar distancias.

Al parecer, la visión binocular está mejor desarrollada en los búhos, cuyos ojos, dirigidos hacia delante, poseen un campo visual total de 110°, pero con una superposición de 70°.

Las aves, con solo un pequeño campo visual binocular, aprecian las distancias moviendo la cabeza para obtener diferentes vistas del objeto. Seguramente esto explica los movimientos de la cabeza de aves como las gallinas o palomas, o la subida y bajada de la cabeza que se observa en muchas limícolas. Sin embargo, resulta más fácil detectar objetos en movimiento con la cabeza quieta y muchas aves son capaces de mantener la cabeza en posición fija a pesar del movimiento del cuerpo.

Los ojos suelen tener muy poca movilidad dentro de sus órbitas o ninguna en absoluto, como les ocurre a los búhos. Esta falta de movilidad queda compensada por una gran flexibilidad del cuello. Un búho al girar la cabeza casi en un círculo completo mantiene enfocado un objeto del único modo que puede.



La capacidad para cambiar de enfoque con rapidez es esencial para muchas aves, tanto para evitar obstáculos como para capturar alimentos durante el vuelo.


Por la alta cantidad de conos en la retina del ave, se presume que la visión en las aves es a colores. La retina de aves nocturnas poseen una cantidad mayor de bastoncillos que de conos. Los bastoncillos son fotorreceptores sensitivos a cambios en intensidad de luz. Los conos poseen gotas de aceite en las que hay pigmentos inmersos. Se desconoce la función de estas gotas de aceite.


De todos modos, la visión de los animales nos resulta un poco misteriosa. Tan sólo podemos imaginar cómo ven. Numerosos animales en el planeta tienen sorprendentes ojos que les permiten tener una imagen del mundo diferente a la nuestra. Unos ven mejor de noche, otros pueden ver más colores, algunos “ven” combinando imágenes y sonidos y otros poseen una agudeza visual superior a la nuestra.

Cerca de un 80% de la información que los humanos recibimos del mundo exterior proviene de la visión. Quienes tenemos el privilegio de ver, somos poco conscientes de la asombrosa complejidad que implica nuestro sistema visual y del magnífico éxito evolutivo que representan los ojos, un órgano tan sofisticado en los humanos, capaz de ver hasta 60 millones de colores y de detectar en la oscuridad la luz de una vela encendida a 48% de distancia. Pero a pesar de dicha sofisticación, nuestros ojos sólo pueden ver un pequeño rango de todo el espectro lumínico. Por ejemplo, la luz ultravioleta escapa a nuestros ojos, mas no al de las mariposas.

Numerosos animales en el planeta tienen sorprendentes ojos que les permiten tener una imagen del mundo diferente a la nuestra. Unos ven mejor de noche, otros pueden ver más colores, algunos “ven” combinando imágenes y sonidos y otros poseen una agudeza visual superior a la nuestra. En el caso del águila, la detección de su presa la hace estando a cientos de metros de distancia de ella.

Muchos organismos simples tienen receptores luminosos capaces de reaccionar ante determinados movimientos y sombras, pero la verdadera visión supone la formación de imágenes en el cerebro. Los ojos de los distintos organismos proporcionan imágenes muy diversas.

Aún no podemos tener una certeza absoluta de que imágenes se forman en el cerebro de los diferentes animales a partir de sus sistemas visuales, pero un análisis exhaustivo de la estructura y funcionamiento de sus ojos, de las áreas de su cerebro que procesan la información visual, y de su comportamiento, nos permite hacernos una idea de cómo podrían formar imágenes. En algunos casos, estas simulaciones son imposibles porque sencillamente nuestros ojos no pueden ver lo que otros ojos ven. Las siguientes representaciones son modelos aproximados.

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Las moscas tienen ojos compuestos que constan de una lente con varias facetas o divisiones, cada una de las cuales forma una imagen individual en una célula de la retina; el resultado es la creación de un campo visual como un mosaico.


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Las mariposas están adaptadas para ver longitudes de ondas que se encuentran en el plano de la luz ultravioleta, es decir por debajo de lo que nosotros podemos ver. Esta adaptación quizá les sea útil para detectar una gama más amplia de colores en las flores de donde obtiene su alimento.

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Animales como los topos tienen muy mala visión debido al hábitat en el que se encuentran. Bajo la tierra una buena visión no sirve de nada pues las condiciones de luminosidad son muy pobres. Los topos se orientan más por sus sentidos táctiles.

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A pesar de tener un gran cerebro y mucha inteligencia, los delfines y otros mamíferos acuáticos tienen poca capacidad para discriminar colores. En el fondo del mar suele ser más importante una buena sensibilidad a la luz que la capacidad de discriminar una amplia gama de colores.

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Los ojos de muchos peces están especializados en detectar pequeñas cantidades de luz (en el fondo del mar siempre es bueno saber donde es arriba y donde abajo) pero tienen poca capacidad para controlar las variaciones de ésta.

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Las serpientes no tienen muy buena visión, pero las focetas termorreceptoras de algunas especies les permiten crear una especie de imagen térmica de su entorno para detectar el calor de sus presas.

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El diseño especial con doble foco en el ojo de las aves rapaces les concede una extraordinaria agudeza visual con la que pueden detectar presas desde cientos de metros.